viernes, 16 de septiembre de 2016

Juan Arrillaga, el crack de Quilmes y su insólita exclusión de Uruguay 1930

Es miércoles 25 de junio de 1930. Es de noche y el frío perfora los huesos. En Viamonte 1376 se tejen alianzas y traiciones. El consejo directivo de la Asociación Amateurs Argentina de Football (AAAF) está reunido para definir los 22 futbolistas que representarán al país en la Copa del Mundo de Uruguay. Cada delegado levanta la mano y vota. Habrá vencedores y vencidos. Pero en el medio hay un empate que paraliza a los presentes. Con 21 nombres confirmados, queda un lugar vacante…  

Cuando de niño en su Pergamino natal Juan Gregorio Arrillaga miraba el techo antes de dormirse soñaba con codearse con los cracks de la gran urbe. En el pago chico era popular por sus remates, sus gambetas y sus goles. “Ahí va Arrillaga”, se oían los murmullos al verlo pasar. A los 18 años, un combinado de su ciudad llegó a Buenos Aires para disputar el Campeonato Argentino y se midió ante Capital Federal: su equipo ganó 4-1 y él convirtió el primer gol. Pasaron unos meses, su padre le impidió aceptar ofertas de Rosario y el tiempo quiso que sus diálogos imaginarios con la almohada se hicieran realidad.  

“Dale, Juancito, vamos juntos. Yo me encargo de que te miren a vos también”, le dijo un compañero apellidado Caracciolo, a quien Quilmes lo había tentado con una prueba, en 1927. Ambos fueron observados, a Arrillaga le pidieron que se quedara 15 días más para una segunda evaluación y finalmente lo ficharon. Así, el Cervecero se aseguraba a quien sería uno de los futbolistas más destacados de su historia. Debutó en Primera con un gol a River el 20 de marzo de ese año.

Con 20 años, Arrillaga fue elegido por la revista El Gráfico como la revelación de 1928 y su rostro salió en la tapa de la edición del 23 de febrero de 1929. En enero de 1930, así lo describió la misma publicación: “Arrillaga es uno de nuestros mejores insiders por sus estupendos recursos en el dribbling y dominio de la pelota”.

El investigador quilmeño Gustavo Bellisario hace su aporte sobre Arrillaga: "Le gustaba el dribbling, la gambeta, recibía la pelota del half y empezaba a eludir rivales para después pasársela al wing y de ahí el centro. No era de pisar mucho el área. Tampoco era de pegarle demasiado al arco, por eso capaz no llegó más lejos, aparte de excederse de peso bastante seguido y que no le gustaba entrenar".

En 1930, con el Mundial de Uruguay en el horizonte, Arrillaga no fue considerado en la primera preselección de 33 jugadores que hizo la AAAF y el diario Crítica no tuvo piedad: “¿Arrillaga no sirve? En Quilmes está jugando en gran forma y sin embargo no se lo tiene en cuenta ni para probarlo”. Y agregó: “Se designan jugadores que no han respondido, se busca improvisar, de probar cuando hay que ir a lo seguro, a lo firme. Arrillaga debió ser incluido. Los tres insiders derechos con méritos, condiciones y capacidad para figurar en la Selección eran Fassora, Arrillaga, Rivarola y Scopelli”. 

Varios jugadores de esos 33 renunciaron, no pudieron conseguir permiso en sus trabajos –aún no se había instaurado el profesionalismo- o no cumplieron los requerimientos de la AAAF, por lo que la lista sufrió modificaciones. El 11 de junio, casi un mes antes de que empiece el Mundial, Alberto Lalín, delantero de Independiente, desistió de participar del certamen por una lesión y el consejo directivo designó a Arrillaga como reemplazante. La decisión fue celebrada por Crítica: “Las designaciones de Arrillaga y Luis Monti (sustituyó a Cataldo Spetale) nos parecen sumamente acertadas y las aplaudimos porque son elementos indispensables para nuestro conjunto”.

Arrillaga integró uno de los equipos que jugó un partido de práctica en la cancha de River, el 24 de junio, y el diario La Época lo eligió –junto con Leonardo Sandoval, su compañero en Quilmes- como uno de los mejores hombres de la ofensiva. Todo parecía encaminado para tener un asiento en el vapor a Montevideo.

Aquella noche helada del 25 de junio de 1930 en la AAAF, cuando la selección parecía resuelta, La Época, en su edición del día siguiente, informó que veinte delegados votaron a Arrillaga y otros veinte lo hicieron por Francisco Varallo, un joven de 20 años que jugaba en Gimnasia La Plata. Empate clavado. Se definió en una segunda votación, que se realizó en el mismo momento: Varallo, con 18 adhesiones, le ganó el puesto a Arrillaga, que terminó con 14 y se quedó en la Argentina. Evidentemente hubo ocho abstenciones. Así las cosas, los insiders derechos en el Mundial fueron Varallo y Alejandro Scopelli, de Estudiantes de La Plata.

El conocido subcampeonato en Uruguay quedó en la memoria y el tiempo transcurrió. Arrillaga, “el muchacho de las medias caídas", como le decían por su estilo cansino, plantó bandera en el cielo Cervecero, pasó a River –fue campeón en 1932- y más tarde a Fluminense. “Fue tal vez el jugador más talentoso en la historia de Quilmes. Los pocos hinchas y socios que conocí y que lo vieron jugar siempre lo destacaron por sobre los demás”, me cuenta Patricio Minig, estadígrafo, historiador y secretario de Actas y Documentos de Quilmes.

En enero de 1996, El Gráfico entrevistó a Varallo, quien pese a cierta incongruencia informativa –es cierto que muchas veces se reconstruyen recuerdos que no reflejan lo que realmente ocurrió- relató: “A Montevideo fueron dos equipos, el titular y el suplente. Pero para estar en ese equipo, antes del Mundial, para ganarme un puesto, se llevó la decisión a votación. Y le gané a Rillaga (sic), Zito, Marazzi (sic) y alguien que no me acuerdo. Votaban los dirigentes de la Asociación. Y a uno de Independiente, el de Gimnasia le dijo: ´votame al pibe´. Por ese voto yo le gané a los demás”.

Ese dirigente de Gimnasia era Mario Sureda, también prosecretario de la AAAF y hombre de mucha influencia en el fútbol argentino. Si bien Varallo aventajó a Arrillaga por más de un voto, es un ejemplo que vale para ilustrar que el fútbol y la política, las conveniencias y los partidismos, están entre nosotros desde tiempos inmemoriales. ¿Qué hubiera sido de Arrillaga, considerado uno de los mejores insiders derechos de la época, si asistía al primer Mundial? ¿Y si no iba Varallo, que luego fue el máximo goleador en la historia de Boca hasta la aparición de Martín Palermo?

Artículo publicado en la columna de Camilo Francka en TyC Sports, en Blanco y Negro.

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